El conflicto en Ucrania reunió a cuatro ponentes, el 23 de febrero, en la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), horas antes de la invasión rusa de territorio ucraniano. La cita contó con Fernando del Pozo, almirante y exdirector del Estado Mayor Internacional de la OTAN; Nicolás de Pedro, de Institute for Statecraft (Londres) y analista del Centro de Seguridad Internacional de la UFV; Mila Milosevich, analista principal para Rusia y Ucrania en el Real Instituto Elcano; y Andrés Smith Serrano, exdirector político de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Irak (Unami).
El moderador, Florentino Portero, profesor de Historia y director del Máster en Acción Política en la UFV, preguntó a los invitados las cuestiones fundamentales de la crisis, como el objetivo último del presidente ruso, Vladimir Putin, el análisis de la reacción europea y el despliegue militar.
La analista Mila Milosevich contestó a la pregunta de cuál es el objetivo último de Putin en esta ofensiva: “Bloquear la entrada de Ucrania en la OTAN”. Para Milosevich, el principal motivo es que Putin busca impedir el acercamiento de Ucrania a Occidente. “Rusia ve en Ucrania la clave de su supervivencia como Estado, esta es la razón interna. Mantener influencia en estados postsoviéticos”, añadió. Milosevich recalcó: “No hay un futuro de Europa si no convertimos Europa en futuro y, para ello, hay que solventar la crisis de Ucrania”. Explicó también que “para Rusia, Ucrania es solo un teatro de una caza mayor: la estructura de seguridad europea”.
Para entender el conflicto, los invitados ahondaron en la historia que rodea a Rusia y a sus relaciones con el resto de potencias. Para Milosevich, hay un problema de base, de percepción, ya que Rusia no se considera perdedora de la Guerra Fría mientras que Estados Unidos sí se considera ganadora.
Jornada "La crisis de Ucrania y la nueva arquitectura de seguridad de Europa"
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La lógica de la ofensiva militar
Florentino Portero preguntó a Fernando del Pozo, almirante y exdirector del Estado Mayor Internacional de la OTAN, acerca de la lógica de la ofensiva militar rusa. Del Pozo destacó que, cuando se analiza una ofensiva, lo que se mira del atacante son dos líneas de acción: la más probable y la más peligrosa. En el caso de la primera, el almirante defendió que no cree que Putin fuera más lejos de lo que había hecho hasta ahora. En su opinión, al haber declarado la independencia de Donetsk y Lugansk ya ha conseguido en gran parte su objetivo, pues la OTAN no aceptaría a un país con problemas de fronteras.
“La línea de acción más peligrosa: que siga adelante”. Según explica Del Pozo, para Putin la zona más codiciada sería la costa del Mar Negro de Mariúpol o llegar a Odesa. Sería ventajoso y arruinaría la economía de Ucrania.
La reacción europea
Andrés Smith Serrano, exdirector político de Unami, analizó la reacción europea al ataque. Smith destaca la falta de claridad y de acción coordinada. “La comunidad internacional entrega un cheque en blanco, pero no se dice cuándo se va a cobrar. Se está jugando de cara a la opinión pública y no de cara al oponente que se tiene enfrente. Putin es realmente quien controla el diálogo”, añadió.
Smith Serrano reflexionó sobre cómo la puesta de sanciones incrementales a Moscú consolidan a líderes autoritarios. “En Irak, lo que más le echaban en cara era por qué la ONU apoya sanciones tan brutales que destrozaban el país”, contó. Por ello, defendió la necesidad de buscar un “vocabulario común” y no negarse a aceptar propuestas de Moscú. “Confunden la empatía con la simpatía. Estamos obsesionados con penalizar cuando las medidas que exige Putin es que necesita que le escuchen. Hay que sentarse a hablar con él”, opinó Smith Serrano.
Nicolás de Pedro, de Institute for Statecraft (Londres) y analista del Centro de Seguridad Internacional de la UFV, aportó su punto de vista: “Si les ofrecemos acomodarnos a ellos, lo perciben como debilidad, en Rusia eso no es buen síntoma. Tampoco exceso de simpatía. Creo que hay que enseñarles más colmillo, que no significa enfrentarse militarmente”. Para De Pedro, la clave está en dejar a Rusia sin “oxígeno diplomático”, pensar con qué cuenta Europa.