Uno de los mayores retos a los que se enfrenta el actual Gobierno de España, y en el que se están consiguiendo pocos avances, es el Pacto de Estado por la Educación. Este acuerdo, con el que todas las fuerzas políticas se comprometen a fijar un modelo formativo común a cualquier legislatura, ha puesto en jaque uno de los pilares de la democracia: la escuela. Pese al aparente consenso y ánimo político de llegar a un acuerdo que unifique, grosso modo, la concepción educativa, hay profesores, estudiosos y filósofos que no comparten esa esperanza.
“Las facultades de Ciencias necesitan más Humanidades, y las de Humanidades, más Ciencias”.
Uno de estos detractores es el doctor en Filosofía y miembro de la Real Academia Española de Ciencias Morales y Políticas Alfonso López Quintás, quien afirma que, de momento, no hay “voluntad de entendimiento” que contemple incrementar la exigencia formativa en los estudiantes. De hecho, según ha explicado a Mirada 21, tiene “muy pocas esperanzas” de que este pacto educativo “sea útil para España” y “para conseguir el tipo de formación cualitativamente buena que el país necesita”. En concreto, porque el historial de esta materia sigue un camino cuantitativo.
López Quintás hace una distinción entre formación cuantitativa y cualitativa, entre las Ciencias y las Letras. Sin embargo, considera que, para el correcto desarrollo de la persona, ambas facetas deben complementarse, y no solo en los colegios, sino también en las universidades: “Las facultades de Ciencias necesitan más Humanidades, y las de Humanidades, más Ciencias”. No obstante, con cada reforma educativa, esta situación no se solventa, y, por eso, para López Quintás, “dividir el bachillerato en Ciencias y Letras fue un desastre”.
Desde que el filósofo José Antonio Marina asumiera la labor de elaborar una obra sobre la que se pudiese cimentar el Pacto de Estado por la Educación (El llamado Libro Blanco sobre la Profesión Docente), la preocupación en el Congreso de los Diputados se ha limitado, en repetidas ocasiones, a una disputa dialéctica. En concreto, porque, aunque Marina completó el documento, este no se ha usado como referente, sino que la pelea partidista se ha centrado en la eliminación de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE).
“El saber pensar es saber ordenar la mente, saber hablar de cada tema conforme al nivel de realidad en que ese tema está”.
López Quintás ha recordado que “un gobernante que quiere dominar al pueblo no fomenta la cultura, sino que fomenta la ignorancia”. En España, “se está hablando de un pacto consensuado”, pero “hoy apenas se sabe pensar con rigor”. En concreto, “se comete un error generalizado de pensar que, cuando se transmiten contenidos, ya se está enseñando a pensar a la juventud, cuando eso es falso”. Al final, “una persona puede llegar a ser una biblioteca ambulante y no saber pensar”, ha puntualizado López Quintás.
“El saber pensar es saber ordenar la mente, saber hablar de cada tema conforme al nivel de realidad en que ese tema está”, porque, por ejemplo, si se habla de poesía, no se puede “decir que un poeta hace muchos versos”. Según ha explicado el miembro de la Real Academia Española de Ciencias Morales y Políticas, “eso indica que no se sabe pensar”, porque, este verbo se aplica a una labor meramente artesanal. “En el nivel de la creatividad, el verbo ‘hacer’ hay que usarlo con mucha mesura”, ha añadido López Quintás, quien apremia a medir esta variable.
Según ha explicado, en los documentos estadísticos que miden la situación de la Educación en España, como es el informe PISA -que, por primera vez, analizó la felicidad de los estudiantes-, se debería incluir al estudio de la lectura y matemáticas la “capacidad de pensar”. Esta apuesta por la “emergencia” de tipo cuantitativa, no obstante, no es la más “importante”, aunque sí que es “necesaria”. Los colegios, al final, tienen que “fomentar la creatividad de los alumnos”. “Me parece fundamental”, ha reconocido López Quintás.
No obstante, para desarrollar este modelo educativo “se necesita ineludiblemente que el alumno vaya siempre a clase”. En concreto, porque si el joven no participa del aula, no se pueden plantear las cuestiones que le hagan reflexionar y desarrollarse como persona. Por eso, “todo lo que sea fomentar el diálogo, entre el profesor y el alumno, es fundamental”, ha defendido el doctor en Filosofía. Además, según el método que plantea, “ese diálogo no tiene por qué ser en clase”, sino que ha de estar abierto. Aunque, para que esto se dé, hace falta “una disciplina absoluta”.