La plataforma Síalavida, compuesta por más de 500 organizaciones, volvió a las calles el pasado 26 de marzo para celebrar el Día Internacional de la Vida.
La concentración se situó en la avenida de Felipe II, que se llenó de globos verdes al finalizar el evento.
Hubo varios testimonios de familias y madres que superaron las dificultades ante un embarazo imprevisto. Como Jeninfer, madre nigeriana de tres niñas y con otra en camino, quien declaró: «las cosas no siempre van bien, pero eso no significa que matemos a nuestro hijo (…) no puedes elegir si ser madre o no, lo que eliges es si matar a tu niño o no».
Otra ponente, también africana, contó que se escandalizó al llegar a España: «no tenemos legal el aborto, porque no lo queremos así. Nos han dicho que el aborto es un ataque a la vida». Además, finalizó su discurso con ánimos a los jóvenes a seguir luchando por el derecho a vivir.
Una joven canadiense y otro francés se unieron a dar testimonios de vida y rescates que vivieron en primera persona.
Lo que más impactó al público fue la historia de Carlos, padre de familia de ocho hijos. Uno de ellos falleció hace año y medio. Narró que este último tuvo problemas al nacer: ciego, dificultades en el aparato digestivo y poca capacidad de movimiento. Le dijeron que viviría no más de un año, pero vivió cinco. «A esta sociedad le da miedo sufrir, pero no hay nada más bonito que sufrir por amor», dijo Carlos al final de su discurso.
El evento contó, además, con un breve fragmento de la orquesta de la vida, que tendrá lugar el próximo 17 de junio, con bailes y la canción Naciste para Amar.
Han pasado ya varios años desde el primer Congreso Internacional Provida, celebrado en Madrid en 2003, después de una encuesta contestada por más de 20 países de Europa y América, se acordó declarar el 25 de marzo el Día Internacional de la Vida. El primer país que lo celebró fue El Salvador, en 1993, de manera institucional.
A lo largo de la concentración del 26 de marzo en Madrid, los grupos de voluntarios repartieron globos y tarjetas para que, al final, los soltaran y ascendieran con mensajes. Fue una forma de llenar el cielo nublado con una nube de color verde sin dirección aparente.