“La muerte es una vida vivida, la vida es una muerte que viene”, dijo una vez el escritor argentino Jorge Luis Borges. Parece que España tiene prisa por morirse. Según un estudio realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), no moría tanta gente en España desde la posguerra. El número de nacimientos de 2017 ha bajado, mientras que el de defunciones se ha incrementado. En total, el año pasado nacieron 391.930 españoles y fallecieron 423.643 españoles. Además, también disminuyó la cifra de matrimonios, con 171.454 casamientos.
Han cambiado las costumbres, la manera de pensar y de actuar. Los jóvenes de ahora tienen otra mentalidad, y la ilusión por traer un hijo al mundo se desdibuja por el triunfo en el área profesional y los costes de una boca más a la que alimentar. El envejecimiento de la población española también tiene parte de culpa, cada vez son menos las mujeres en edad fértil (comprendida entre 15 y 49 años).
Desde 2009, como consecuencia de la crisis económica del año anterior, España ha perdido población de manera regresiva hasta plantarse en 2015 con un saldo vegetativo (diferencia entre nacimientos y fallecimientos) de -2.000 personas. En 2016, la situación parecía haberse solucionado con un leve crecimiento poblacional que volvió a poner al país por encima del cero. Ahora, se bate el récord y, sin guerras ni epidemias catastróficas, en 2017 murieron 31.245 habitantes más de los que nacieron.
Nace menos gente
Aunque hay diversas teorías sobre a qué se debe este hecho, el cambio de mente es la apuesta fuerte de la mayoría de españoles. “Estamos en una sociedad de egoístas, queremos llevar una vida cómoda y esto significa vivir para nosotros mismos”, analiza Miguel Ortega, antropólogo y humanista, profesor de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV). “Tener hijos significa vivir para otros, tener unos sacrificios por otros, significa renunciar a cosas por otros”, añade el antropólogo.
Otro valor que ha cambiado es la fe. La tradición cristiana, en el pasado, dictaminaba que uno para ser feliz debía casarse y formar una familia. Ahora, los valores son otros y hay menos personas que practican la fe, ni mucho menos tantos practicantes. Ortega culpa de nuevo al egoísmo y culpa de nuevo al egoísmo de que “el sentido de la familia haya cambiado radicalmente”. “El cristiano de verdad sabe que su vida no es para él mismo”, explica el docente, “amar a Dios sin amar al resto es falso, estaría amando al dios de mí mismo”, añade.
“La religión cristiana favorece que haya más nacimientos, que una familia no tenga miedo de tener hijos, que no sean egoístas y consideren que son una carga”, explica el padre Francisco Javier Oseguera en una entrevista para Mirada 21. “La visión cristiana es la de que los hijos son una bendición”, añade Oseguera.
Según el INE, en 2017 bajó el número de parejas que contrajeron matrimonio, y esta variación también tiene que ver con la pérdida de tradición. “Perder el contacto con lo sagrado hace perder el sacramento del matrimonio”, asegura el padre. “Una pareja que se aleja de Dios queda a la merced de una actitud muy egoísta de no tener que necesitar a otro, de bastarse a sí mismos”, añade.
Más muertes por suicidio que por accidentes de tráfico
En España, se suicidan 10 personas cada día y 200 lo intentan. Según datos del Ministerio de Interior, actualmente mueren el doble de personas por suicidio que por accidente de tráfico. El estrés, la ansiedad y la depresión son un factor clave en estas muertes, pero además, según Miguel Ortega, el “individualismo radical” no ayuda a solucionarlo. “La depresión nos parece una enfermedad. Sin embargo, en las sociedades menos avanzadas no existe, no tienen tiempo para estar deprimidos”, concluye el docente.
España es un país cada día más envejecido. El descenso de la natalidad y el aumento de la mortalidad no hacen más que empeorar la situación. Las personas mayores disponen de una serie de facilidades financiadas por el Estado que suponen un gasto elevado de recursos económicos. Miguel Ortega opina que este tipo de ayudas deberían ir destinadas también a las nuevas familias, una ayuda estatal que ha funcionado en otros países como Francia.