Sesenta y nueve años después, se acerca el deshielo. El Vaticano y China llegaron a un “acuerdo provisional” el sábado 22 de septiembre, después de casi siete décadas sin relaciones diplomáticas entre ambos estados. El papa Francisco ha aceptado a siete obispos y a otro fallecido, nombrados por el régimen chino, que no eran aceptados por la Santa Sede. A cambio, la dictadura de Xi Jinping reconocerá al papa Francisco como el único jefe de la iglesia católica.
Ninguno de los dos estados ha dado muchos detalles sobre el acuerdo, que supone un primer paso en la reconciliación entre ambos. Hasta la fecha, China no reconocía al papa como máxima autoridad de la Iglesia y era el Gobierno quien nombraba a los obispos, que, a su vez, no eran reconocidos por la Santa Sede. Estos hechos provocaron una brecha en el catolicismo chino, y la existencia de dos iglesias: la legítima (controlada por la Asociación Patriótica) y la clandestina (creada por católicos chinos que no se sentían identificados con la oficial).
“El objetivo del acuerdo no es político, sino pastoral, permitiendo a los fieles tener obispos que estén en comunión con Roma, pero, al mismo tiempo, reconocidos por las autoridades chinas”, ha declarado el director de prensa de la Santa Sede, Greg Burke.
La fe católica lleva presente en China desde el siglo XVI, cuando un misionero jesuita, Matteo Ricci, introdujo el catolicismo a la cultura china. En la actualidad, residen en China unos 12 millones de creyentes.
Carta del Papa
Reconciliación. Esa ha sido la palabra que más ha usado el papa Francisco en su manifiesto a los católicos chinos. «La comunidad católica en China está llamada a permanecer unida, para superar las divisiones del pasado que tantos sufrimientos han provocado y lo siguen haciendo en el corazón de muchos pastores y fieles. Que todos los cristianos, sin distinción, hagan ahora gestos de reconciliación y de comunión», ha escrito el papa Francisco.
El pontífice ha destacado en la carta su interés por profundizar en el pacto, para lograr una fructuosa relación. «Me dirijo con respeto a los que guían la República Popular China y renuevo la invitación a continuar el diálogo iniciado hace tiempo con confianza, valentía y amplitud de miras. Deseo asegurar que la Santa Sede seguirá trabajando sinceramente para crecer en la auténtica amistad con el Pueblo chino», apuntó el papa Francisco.
Nombramiento de obispos
Los nombramientos del episcopado se ejecutarán a partir de ahora de manera conjunta entre el Vaticano y China. Lo que se desconoce es qué papel tomará cada Estado. Según fuentes del diario El País, será el régimen de Xi Jinping quien proponga candidatos para ascender al puesto de obispo, y el papa Francisco el encargado de autorizarlos o no. «Por primera vez, se contemplan elementos estables de colaboración entre las autoridades del Estado y la Sede Apostólica, con la esperanza de asegurar buenos pastores a la comunidad católica», ha asegurado el papa Francisco en su carta a los católicos chinos.
El régimen chino era quien nombraba a los obispos en el pasado, pese a no tener el consentimiento del papa. Estas prácticas comenzaron en 1957, cuando la Santa Sede dio la negativa a una lista de candidatos elaborada por el Movimiento Patriótico de la Tres Autonomías, organismo creado por Mao Zedong. Los nombramientos ilícitos fueron una de las razones del nacimiento de la iglesia clandestina.
Fin a la clandestinidad
El pacto supone la desaparición de la iglesia clandestina, que fue fundada por un grupo de católicos chinos que se negaban a aceptar como máxima autoridad de la Iglesia a un gobierno. Desde 1949 –año en el que acabaron las relaciones diplomáticas entre China y el Vaticano–, la Iglesia era dirigida por el régimen de Mao Zedong y los actos como misas quedaron prohibidos.
El papa Francisco ha asegurado en el manifiesto dirigido a los católicos chinos que la clandestinidad «no es normal en la vida de la Iglesia», pero defiende su nacimiento. «La historia enseña que pastores y fieles han recurrido a ella solo con el doloroso deseo de mantener íntegra la propia fe».
Los católicos chinos que practicaban desde la clandestinidad fueron perseguidos durante todos estos años por el régimen chino. En las últimas décadas, una parte de los obispos nombrados por la dictadura china hicieron saber a la Santa Sede, a través de cartas, su deseo de regularizar su situación para poder estar con Dios.
Un primer paso criticado
El presidente de la Comisión de Justicia y Paz de la Diócesis Católica de Hong Kong, Porson Chan, es una de las personas disconformes con el pacto. «Estamos muy decepcionados con la decisión del Vaticano de firmar un acuerdo de este tipo con el Gobierno chino. Le falta transparencia», aseguró. «El Vaticano debería pedir, al menos, que se liberen a todos los sacerdotes y obispos detenidos y desaparecidos», concluyó.
El cardenal Joseph Zen ha asegurado que el pacto supone «una tracción» a los católicos chinos. «El Gobierno chino acabará eliminando a la iglesia clandestina -la que es fiel al Vaticano- con la ayuda de la Santa Sede», afirmó el arzobispo emérito de Hong Kong, que también criticó la fórmula elaborada para designar obispos. «No pueden hacer buenas elecciones, el Gobierno solo elige a personas en las que puede confiar, pero no entiende qué es un obispo, qué es un buen obispo», concluyó Zen.
En Taiwán, también hay preocupación con el acuerdo, ya que, para establecer relaciones, China exige a cualquier país que no reconozca a Taiwán como Estado. Según Europa Press, el Gobierno taiwanés ha asegurado que seguirá «muy de cerca» las negociaciones entre China y su último aliado en Europa, el Vaticano.