Reportaje realizado por Cristina Camacho, Andrés Pelayo, Nuria Usero y Yago Vázquez.

Grafiti de una de las portadas por las que la revista fue amenazada por radicales. Fue dibujado tras los atentados de 2015 Foto: FLICKR
Dos atacantes penetraban, el 7 de enero de 2015, en la sede de la revista satírica Charlie Hebdo. Vestidos de negro, enmascarados y armados con fusiles Kaláshnikov, recorrieron las dependencias durante diez minutos mientras disparaban a empleados y redactores. Al llegar a la sala donde una hora antes había empezado la reunión semanal del equipo directivo —lo que indicaba que los terroristas tenían información de las actividades del semanario— atacaron a los presentes. Tras matar a 12 personas –entre ellas el director de la revista, Stéphane Charbonnier, varios dibujantes y el economista y periodista Bernard Maris– y dejar heridas a otras 11, los dos hombres se dieron a la fuga.
Estos hechos conmocionaron al mundo entero, y personas de todos los países se unieron en contra del terrorismo y en apoyo al semanario y a la libertad de expresión, bajo el lema Je suis Charlie.
«A lo largo de la historia, los musulmanes siempre han tenido muy claro que, en el fondo, todo ataque y toda burla a Mahoma es un ataque a la religión islámica, porque Mahoma es indisociable del islam», explica Javier Gil.
El 2 de septiembre, cinco años después del atentado, comenzaba el juicio a los 14 yihadistas implicados en el ataque contra la revista. Charlie Hebdo ha vuelto a publicar las caricaturas de Mahoma que les costaron amenazas y ataques para que sirvan como “elementos de prueba” para el dictamen judicial. De nuevo, redactores y dibujantes podrían sufrir amenazas de grupos radicales por ello. Ante esta situación, muchos medios franceses han publicado una carta en la que defienden el derecho a la libertad de expresión y muestran su apoyo a los periodistas de Charlie Hebdo.
Sin embargo, los extremistas han decidido ir más allá de las amenazas y el pasado 25 de septiembre apuñalaron a dos periodistas cerca de las antiguas instalaciones de la revista. El Gobierno francés calificó de “terrorismo islamista” el ataque, y los trabajadores tuvieron que ser ingresados en hospitales de la capital parisina, pero, por suerte, su vida no corre peligro. El autor de los hechos ya ha sido detenido e interrogado, aunque mintió durante el proceso, al afirmar que tenía 18 años, cuando en realidad es siete años mayor, y se enfrenta a cargos por terrorismo.
Mirada21.es aborda, desde una perspectiva legal y ética, los límites del humor y su implicación en la vida de las personas.
El rostro de Dios
¿Cómo es el rostro de Dios?, ¿qué rasgos tiene?, ¿y su nariz será alargada, chata, tendrá una forma común, los orificios serán más o menos grandes de lo habitual?, ¿pelo largo o corto?, ¿cano o mantiene el color? Aunque, durante siglos, se haya tratado de personificar el rostro de las deidades, es imposible conocerlo de forma exacta y siempre habrá que basarse en imágenes de los modelos que los artistas utilizaron en sus obras. Los musulmanes se escudan en la imposibilidad de conocer el rostro del creador para defender una de las costumbres más simbólicas de su religión: el aniconismo. Esta costumbre no permite la representación de personas, animales o cosas, lo que incluye a Dios o al profeta Mahoma. ¿A qué se debe? El islam es una religión muy influenciada por su tiempo. Cuando Mahoma (en el 610) experimenta la revelación en la que Alá le comunica su mensaje, el territorio en el que vive (lo que hoy se considera la península arábiga) está poco habitado y en él profesan religiones politeístas. Mahoma defendería la sola existencia de un Dios que le había encargado a él ser el último profeta de una estirpe iniciada con Adán, por lo que buscaría acabar con las profesiones a más de una sola deidad. Cuando logra conquistar la Meca con su ejército, mandará destruir todas las representaciones de deidades politeístas que había en su interior.

En muchas representaciones del profeta Mahoma, su rostro se encuentra tapado por una llama de fuego. Imagen: «Mahoma en la Kaaba. Miniatura otomana del siglo XVI.
Cuando Charlie Hebdo representa al profeta de una forma irreverente, supone un motivo de ofensa a esta religión. “A lo largo de la historia, los musulmanes siempre han tenido muy claro que, en el fondo, todo ataque y toda burla a Mahoma es un ataque a la religión islámica, porque Mahoma es indisociable del islam. Si cuestionas o críticas a Mahoma, todo el edificio del islam se viene abajo”, explica Javier Gil, profesor de Historia de Oriente Medio en la Universidad Francisco de Vitoria. Esto no justifica la barbarie cometida por alas radicales de la religión. Esta costumbre es un leitmotiv en la vida del profeta. “Uno de sus objetivos era purificar la Kaaba de imágenes paganas y de representaciones de ídolos. Uno de los rasgos diferenciadores del islam con las religiones paganas que había en el momento era el rechazo a las estatuas o a las imágenes y a todo tipo de representación de figuración”, explica Gil. Esto se debe a una herencia judía. En el Éxodo 20,4, se muestra la contrariedad judía en contra de estas representaciones: «No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra».
«Porque al defender la libertad de blasfemar, no es la blasfemia lo que defendemos, sino la libertad», exigen un centenar de medios franceses.
Esta prohibición es argumentada a través de la afirmación de cómo la creación de figuraciones, dibujos, pinturas, estatuas y relieves, hace muy sencillo caer en la idolatría y en el politeísmo. El fiel puede acabar confundiendo la imagen del representado con lo real y acaba adorando más a lo que ve que a lo que representa. No es tanto por respeto a Dios y por respeto al profeta, sino para evitar que se degenere una especie de superstición y de culto a la idolatría. Javier Gil explica cómo es normal que en las representaciones de Mahoma, este vaya cubierto con un velo o que una llama de fuego le tape el rostro.
Para Isidoro Jiménez, docente en la Universidad Francisco de Vitoria y periodista, una de las razones de este sentimiento de ofensa se debe a que el islam no ha pasado por periodos históricos de transformación social y política, especialmente en los dos últimos siglos. Son muchos los que siguen interpretando sus textos de manera muy tradicional y bastante alejada de los tiempos actuales.
En los últimos años, se observa el incremento de quienes siguen posiciones más moderadas, que están haciendo un gran esfuerzo por modernizar sus planteamientos y favorecer así una mayor integración en la sociedad global. Por ejemplo, en lo que se refiere a los derechos de la mujer o al voto democrático. Frente a ellos, los defensores de un islam más radical son contrarios a estos avances y alimentan a grupos que están dispuestos a utilizar la violencia para lograr sus fines.
En defensa de la libertad de expresión
El 23 de septiembre, varios medios franceses, como Le monde y Canal+, lanzaron conjuntamente una carta a sus lectores. En el manifiesto explicaron que la razón de la unión de las diversas editoriales fue para alertar del “valor fundamental de la democracia: la libertad de expresión”.
La constitución francesa incluye el artículo 10 de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789, que afirma cómo «nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, siempre y cuando su manifestación no perturbe el orden público establecido por la ley”. La carta argumenta que, en los últimos años, los medios están siendo cada vez más amenazados por terroristas internacionales al publicar un artículo que no les gusta. Destaca que su origen viene de ideologías totalitarias inspiradas en textos religiosos que se han convertido en violencia física, haciendo referencia al atentado de ‘Charlie Hebdo’ en 2015. El miedo que provocan estos actos violentos les hace temer que muchos espíritus libres desaparezcan e instan a sus lectores a apropiarse de las formas de expresión (hablar, escribir, dibujar) y a criticar, siempre y cuando estén en los límites de la ley “porque al defender la libertad de blasfemar, no es la blasfemia lo que defendemos sino la libertad”.
A pesar de esta defensa, en una encuesta realizada por IFPOP a principios de año, solo el 50% de la población francesa sigue a favor del derecho a criticar “de manera indignante” una creencia o dogma religioso. Este sondeo tuvo lugar unas semanas después del caso de ciberacoso de una estudiante que criticó el islam por Instagram. La joven tuvo que cambiar de instituto en secreto por motivos de seguridad.
El tema de la libertad de expresión siempre ha estado en el punto de mira, sobre todo con el humor. El filósofo John Stuart Mill, uno de los defensores de las libertades individuales, afirmaba que “la única restricción a la libertad es el daño a otros”. Sin embargo, no siempre resulta fácil saber cuándo se hace daño a la otra persona a través de la palabra o la caricatura.

Marchas tras los atentados contra el Charlie Hebdo en París. FOTO: Claude TRUONG-NGOC
Para Alfonso de la Quintana, profesor titular interino de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), no siempre se critica de forma constructiva un aspecto religioso, ni casi nada en la sociedad, sino que casi siempre se hace para hacer algún daño. “Eso es un problema pedagógico. La libertad de decir las cosas tiene que existir, pero creo que el problema está en que varias cosas no se dicen desde el respeto”. De la Quintana mantiene que no cree que haya que poner límites, pero que a la hora de discutir un tema debe ser de forma constructiva. “Aunque no podamos convencernos. No debemos destruirnos, sino arreglarnos”, argumenta.
Los límites legales del humor
En referencia a la libertad de expresión, la Constitución española recoge en el capítulo 2 del título I que los ciudadanos pueden “expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”. Sin embargo, ha de tenerse en cuenta un detalle: la libertad de expresión no es independiente al conjunto de derechos fundamentales, que han de ser ponderados jerárquicamente al momento de evaluar la repercusión de un chiste. Por tanto, el límite legal con respecto al humor es el mismo que con cualquier otro derecho: es libre mientras que no vulnere ningún derecho fundamental de otra persona.
Con relación a los acontecimientos que envuelven a Charlie Hebdo, la polémica se encuentra en el ataque al derecho al honor y a la libertad religiosa de otras personas. La libre expresión no puede suponer una intromisión ilegítima en el derecho a la libertad religiosa de otra gente. Saber dónde se encuentra jurídicamente el límite es algo subjetivo, ya que dependerá de la jurisprudencia (sentencias anteriores a las que el juez puede acudir para tomar su decisión) y tener en cuenta que la libertad religiosa es otro derecho fundamental.
«La libertad de decir las cosas tiene que existir, pero creo que el problema está en que varias cosas no se dicen desde el respeto», señala Alfonso de la Quintana
De esta forma, la libertad de expresión entra en conflicto con el derecho al honor y, al final, el límite de lo que es humor será lo que socialmente se considere ofensivo o vejatorio hacia alguien. Por ejemplo, el humorista Dani Mateo fue imputado por delito de odio al sonarse con la bandera de España en un contexto de comedia, algo que ofendió los sentimientos de muchos ciudadanos que se sienten representados por los valores que significan la enseña. Finalmente, el caso de Mateo fue archivado, aunque consideraba su acción como «desafortunada y provocadora».
Aunque algunos abogados y expertos en Derecho se decantan por decir que depende del caso, otros afirman que se puede plantear que hay un vacío legal en la regulación de la libertad de expresión, ya que se trata de algo muy relativo. En esta misma línea, algunos letrados aclaran que esta problemática está poco definida, y que no es como en el caso de la política, donde la libertad de expresión tiene un contenido muy amplio y en el que está más reforzada. Por eso, es más común ridiculizar o hacer chistes sobre políticos, porque el derecho a la información en la política está más justificado y se refuerza para garantizar una democracia transparente.
Todas las licencias que ofrece la libertad de expresión deben ser instrumentales, es decir buscar un determinado fin (informativo, defensa, etc.), pero no se permite en ningún caso hacer daño de forma gratuita.
Lo que se pretende con la libertad de expresión es que convivan de forma justa todas las opiniones. El vacío legal que pueda haber se encuentra básicamente en el hecho de exponer algo que atente contra el derecho al honor de alguien. Es una línea muy delgada y un derecho puede meterse fácilmente en el campo de otro y contraponerse entre ellos. A pesar de eso, el Tribunal Constitucional tiene una doctrina, en la cual los casos de libertad de expresión hay que estudiarlos uno por uno.
El límite que separa la incitación al odio de la libertad para expresarse es que dicha libertad no sea una intromisión ilegítima en un derecho fundamental de otra persona y no pueda servir para vulnerar la convivencia entendida en términos de derechos fundamentales.