*Este fotorreportaje fue elaborado por la alumna de la UFV Lara Fernández, de 3º de Periodismo, para la asignatura Fotoperiodismo y se publica aquí con su autorización.
Este es el día a día de Alberto Olmedo, estilista del barrio madrileño de Campamento, que se ha hecho un hueco en Madrid gracias a sus vanguardistas técnicas de corte, que combinan espadas, sopletes y garras. El pasado año fue galardonado con la Medalla de Oro de la Asociación Española de Profesionales de la Imagen, entregada en mano por el conocido diseñador Petro Valverde. Aun con tantos reconocimientos, Alberto continúa siendo el primero en entrar y el último en salir de la peluquería todos los días. Esta es la historia de un día cualquiera en su peluquería.
Comienza el día
A pesar del éxito, Alberto es el primero en llegar al centro de estética. Hasta la cuchara con la que remueve el café tiene su toque especial y deja adivinar lo que está por venir.
Primeros clientes
Espadas y catanas empiezan a hacer su trabajo. Las clientes confían plenamente en él.
A fuego lento
El uso controlado del fuego forma parte del repertorio de Alberto. A 1.300 grados, ni más ni menos.
Peluquero con garra
Alberto utiliza unas garras pequeñas, que incluyen una cuchilla en su interior, para estilos de pelo corto.
Variedad
En la peluquería de Alberto, colgadas en las paredes, pueden verse las distintas catanas que utiliza para trabajar.
Cuestión de precisión
Alberto asegura que con estos instrumentos se consigue una precisión mucho mayor que con las tradicionales tijeras.
Confianza
El peluquero samurái observa con detenimiento a cada mujer que acude a su peluquería.
Catanas necesarias
Alberto cuenta que empezó a utilizar catanas ante la necesidad de encontrar algo que abarcara toda la melena. Es la única manera matemática, afirma, para que todos los lados de la melena queden igual.
Fin del show
Se acaba el día. Alberto recoge sus peculiares utensilios y echa el cierre. Mañana volverá a subirse el telón.