Escrito por Elsa Martínez y Pablo Parreño
La editorial británica bajo la que se venden los libros de Roald Dahl, Puffin Books, con la supervisión de The Roald Dahl Story Company, ha tomado la decisión de modificar ciertas palabras y partes de las historias del autor, siguiendo la política del movimiento Inclusive Minds.
Debido a que el lenguaje de los libros, sobre todo los infantiles, se revisa de manera regular, se identificaron ciertas tendencias de lo que se ha considerado gordofobia, discriminación o misoginia. Este hecho ha sido considerado como inapropiado para las mentes en formación de los niños, y de ahí la decisión de hacer los cambios en libros como Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate, Las Brujas y James y el melocotón gigante. Ante las numerosas críticas recibidas, la editorial ha dado marcha atrás. Ha comunicado que, pese a que hará los cambios en los libros, seguirá ofreciendo la versión original, y dejará al criterio del consumidor qué libro elegir.
A esta reedición se le suman los libros de James Bond. Ian Fleming Publications, la propietaria de los derechos de esta colección, ha decidido revisar los textos el año en que su primera novela, Casino Royale, cumple 70 años. De esta forma, la compañía eliminará de los libros del agente 007 los términos que considera ofensivos, como “negro”, aunque otras expresiones se mantendrán. Además, incluirá una advertencia: “Este libro fue escrito en un momento en que términos y actitudes que podrían ser consideradas ofensivas por los lectores modernos eran habituales”.
El objetivo de estas modificaciones es proteger a los jóvenes lectores de expresiones que afecten a su sensibilidad. En Charlie y la fábrica de chocolate, los gordos dejarán de serlo; se incluirá el género neutro para los Oompa-Loompas; en Las Brujas no habrá feas; y en Matilda, las referencias a ciertos libros serán cambiadas por su carácter imperialista y supremacista.
“No deberíamos enloquecer con las palabras” (‘El gigante bonachón’, Roald Dahl)
Moralidad de los cambios
Los cambios no han sido bien recibidos por los lectores de Roald Dahl, y las editoriales españolas y francesas se han mostrado reacias a llevarlos a cabo. “No solo se traiciona el espíritu de la obra, sino también el cuerpo, las palabras exactas utilizadas por el autor para plasmar su genio”, opina Carlos Ruiz Encinar, encargado de una librería. También explica que, incluso por “el buen fin de respetar los derechos de las minorías”, las consecuencias de la censura “nunca son buenas”.
Arturo Encinas, profesor de Comunicación Audiovisual en la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), sugiere que, en caso de hacer una versión sin estos términos que la editorial considera ofensivos, se lleve a cabo haciéndola reconocible: “Al igual que en las ediciones infantiles de El Quijote se indica claramente Versión infantil, en este caso también debería aparecer que es una versión mutilada, una versión damnatio”.
Sin embargo, ambos creen que suprimir esos términos, aunque sean ofensivos, no es correcto. Encinas defiende que esa versión damnatio “restaría una clave de comprensión” del presente: “Quitarlos de sus textos sería una estupidez y una falsificación”. Además, Ruiz Encinar habla de los riesgos que esa “sobreprotección” puede provocar en los jóvenes: “Con estas medidas, más que ayudarles les hacen más frágiles ante las realidades y la sociedad en la que viven”.
Además, Carlos Ruiz Encinar destaca que la lectura, acompañada de conocimiento, “da las herramientas necesarias para tener un pensamiento crítico”. Arturo Encinas añadie que puede contribuir a la “promoción personal” siempre y cuando “la buena literatura y las lecturas cabales” sean bien entendidas.
¿Es legal?
Se cuestiona la moralidad de cambiar lo que el autor, ya fallecido, decidió escribir en su momento, y si esto es correcto sin su aprobación. Sin embargo, no es cuestionable su legalidad. Sí, es legal. En Reino Unido, los titulares de los derechos de la obra del autor pueden modificarlas, a su gusto, aunque respetando la esencia de la obra.
No es la primera vez que la política del lenguaje correcto y las expresiones no hirientes se aplican a una obra literaria o artística del pasado. Esta nueva censura entra en lo que se ha llamado la cultura de la cancelación.
Censura de obras
Antes de comenzar su dictadura, Francisco Franco ya había marcado la rúbrica de su primera disposición censora. Durante el franquismo, las editoriales eliminaron y modificaron numerosas obras. Algunos ejemplos son: La regenta (Leopoldo Alas Clarín), 1948 (George Orwell), La celestina (Fernando de Rojas), La casa de Bernarda Alba (Federico García Lorca), La rebelión de las masas (Ortega y Gasset), El lazarillo de Tormes, Guerra y paz (Tolstoi) o Crimen y castigo (Dostoievski).
Algunos analistas han llegado a comparar la actual cultura de la cancelación con este tipo de censura, obviando las distancias y diferencias. La cancelación suprime la opción del lector de elegir lo que quiere leer, por lo que esto es un tipo de censura.
Hay más ejemplos de obras infantiles que a lo largo de la historia fueron modificadas por su contenido inapropiado para los niños, como Dumbo o Pipi Calzaslargas, durante el franquismo también. Esta última estuvo vetada durante varios años en España, al igual que en otros países, por las actuaciones inadecuadas de su protagonista pelirroja.
Esto no solo ha sucedido, y sucede, con los libros. Recientemente, se ha conocido que las películas Dumbo, Los Aristogatos y Peter Pan han sido calificadas para mayores de siete años por la plataforma audiovisual Disney+, debido a contenidos «racistas», inapropiados para los más pequeños. Los grandes clásicos infantiles son censurados para aquellos para los que fueron creados.