En España, el divorcio crece y afecta al 30% sobre matrimonios. En Estados Unidos supera el 40% aunque ha bajando en los últimos años. Según el I Observatorio del Derecho de Familia en España, elaborado por Aeafa, el 97% de los divorcios tiene un nivel alto de conflictividad en parejas con hijos. Estos pueden convertirse en víctimas.
Hay expertos que aseguran que un buen divorcio es siempre mejor que un mal matrimonio. Ser testigo de peleas, resentimiento, dolor, malas caras, tristeza, ausencia de compromiso y sobre todo de amor no es lo más idóneo. Y está demostrado que tiene un gran impacto emocional en ellos.
A la hora de estudiar los efectos del divorcio en los hijos, es difícil determinar si es el propio divorcio lo que les afecta o una serie de factores sociales que acompañan frecuentemente a la separación de las parejas.
Factores sociales
Hay varios factores sociales del divorcio. Primero, la pérdida de poder adquisitivo. Cuando la familia vive junta, se ahorran una serie de gastos que por lo general se comparten. La separación conlleva una pérdida de poder adquisitivo. Segundo, el cambio de casa, colegio y amigos, el divorcio de los padres conlleva cambios en el entorno de los hijos. Pueden tener que cambiar de colegio, o de lugar de residencia. El impacto que tiene este factor en el desarrollo y ajuste social del niño es un aspecto relevante. Hay familias que para que sus hijos no tengan que sufrir esta serie de cambios, lo que hacen es que sean los hijos los que vivan siempre en la misma casa y los padres los que se turnen para estar con ellos.
Tercero, la convivencia forzada con un padre o con miembros de la familia de alguno de ellos. No siempre la elección del padre con el que se convive es la que los hijos quieren. Cuarto, la disminución de la acción del padre con el que no conviven. El padre que no está permanentemente con sus hijos deja de ejercer una influencia constante. Y puede costar plantearse tratar de modificar o regañar a sus hijos por comportamientos que no le gustan, simplemente porque van a verles solo los fines de semana que le toca visita. Y por último, la introducción de nuevas parejas de los padres es un factor que influye en la adaptación de los hijos y tiene un efecto en la relación padre/hijo. Es posible que los hijos piensen que se esté sustituyendo al padre o madre que no está.
Factores emocionales en los padres
Si se dan, además, factores emocionales en los padres, los efectos negativos en los hijos pueden multiplicarse. Un divorcio conlleva de alguna forma por su propia esencia una cierta hostilidad entre los padres. Cuando esa hostilidad se traslada a los hijos, intentando que tomen partido o que vean a la otra persona como un ser con muchos defectos, se está presionando al niño para que vea a su padre desde un punto de vista equivocado, porque siempre será su padre. Si la hostilidad entre ellos persiste después del divorcio, es difícil que no afecte la convivencia con los hijos.
La psicóloga María Gallego Blanco explica el primer error que se comete con los niños en una situación de divorcio: “Un error muy habitual por parte de los padres es pensar que los niños permanecen emocionalmente ajenos al conflicto entre los adultos, y, por lo tanto, psicológicamente no les va a afectar”.
“Un error muy habitual por parte de los padres es pensar que los niños permanecen emocionalmente ajenos al conflicto entre los adultos, y, por lo tanto, psicológicamente no les va a afectar”, afirma María Gallego
Gallego Blanco, además destaca: “Si estos padres fuesen conscientes de lo devastadoras que pueden ser las discusiones y muchas de las situaciones que viven (o los comentarios que escuchan), estoy segura de que les evitarían ese trago tan amargo. Una cosa es que un niño no intervenga o calle, pero otra, bien distinta, es que eso no le afecte”.
Entre los efectos negativos de estos factores en los hijos, pueden estar la bajada en el rendimiento académico, una peor opinión sobre ellos mismos, dificultades sociales y emocionales como depresión, miedo, ansiedad y problemas de conducta.
Una investigación publicada en la revista Child Development apunta a que el conflicto entre padres divorciados o separados aumenta el riesgo de que los niños desarrollen problemas de salud física y mental, ante el temor de sentirse abandonados.
Cómo afecta específicamente un divorcio depende de la manera de ser de los niños y de la manera en la que los padres lleven el divorcio, tanto entre ellos como a ojos de sus hijos. Ana Hernández ha experimentado esta situación desde que era una niña. Ella tenía solamente un año cuando sus padres decidieron acabar con su compromiso. Prácticamente no se enteró de la separación y desde que tiene uso de razón ha tenido la suerte de tener una figura paterna. No obstante, cuando ella fue creciendo, le afectó en su día a día cuando era una niña y tenía que estar un fin de semana con su madre y otro con su padre, sin poder elegir ella a dónde ir. Además Hernández explica que, quizás hoy en día no le afecta tanto porque llega un momento que lo asume e intenta sacar la parte positiva, aunque reconoce: “Es cierto que, por ejemplo, en Navidades, me sigue afectando, en el sentido de tener que elegir qué días paso con mi familia paterna o materna”.