La situación en la provincia de Valencia sigue siendo crítica, incierta y aterradora. Días después de la catástrofe, los vecinos siguen necesitando recibir las ayudas que está ofreciendo el resto del país. Desde todos los puntos de España, grupos de voluntarios que trabajan sin apenas dormir están enviando recursos y organizando camiones, como si de una empresa de logística se tratara, a destajo.
La comida, el agua, los productos de higiene y los materiales como palas, rastrillos, linternas… se reparten entre los valencianos cada minuto. Sin lugar al descanso, miles de voluntarios se han desplazado durante estos días al lugar de los hechos para convertirse en mano de obra y con el convencimiento en sus cabezas de que “toda ayuda es poca”.
Mirada 21 ha contactado con Claudia, natural de Valencia y residente en Gandía, quien fue testigo de las consecuencias de las inundaciones que azotaron, el pasado martes, parte de la Comunidad Valenciana.
¿Cómo ha vivido personalmente las horas de la catástrofe y las posteriores?
Al ser de Gandía, ciudad ubicada a 15 minutos de los primeros pueblos afectados, no viví la catástrofe de la misma manera que los vecinos de allí. Sin embargo, puedo decir que ese día pasé por esos pueblos en tren unas horas antes de los acontecimientos. Experimenté mucha angustia y preocupación. La lluvia caía con una fuerza inusual y acompañada de tormentas eléctricas, lo que hacía que en cualquier momento pudiéramos quedar atrapados. Afortunadamente, conseguí llegar a mi pueblo cuando, sobre las 20:30 recibí la alerta por temporal. Ahí supe que algo grave había ocurrido.
¿Cuál fue el peor momento?
Ese fue el peor momento, cuando empezaron a llegarme vídeos de amigos desde pueblos cercanos mostrando niveles de agua nunca antes vistos.
¿Cuál fue su reacción al ver, por vez primera, todos los daños ocasionados?
Me desplacé a Algemesí a ayudar a mis amigos; fue horrible. Nunca había visto algo semejante. Había trozos de edificios derrumbados sobre coches, vehículos amontonados y personas en la calle con el pensamiento de «no sé que hacer». Sus casas estaban inundadas con agua contaminada, barro… Las colas de personas con ropa manchada eran interminables en los puntos de encuentro. Lo peor fue ver los camiones de bomberos en los parkings subterráneos, porque sabía que, al vaciar el agua de esos lugares, encontrarían fallecidos.
¿Cuáles son las principales necesidades de Valencia en este momento?
Necesitamos ayuda de todo tipo: comida, palas, utensilios de limpieza y, sobre todo, personal especializado en este tipo de catástrofes. Necesitamos organización, maquinaria adecuada para retirar escombros, apoyo del Gobierno y, no menos importante, ayuda psicológica.
¿Cómo evalúa la labor actual de las autoridades?
Los bomberos están haciendo una labor increíble. Es conmovedor ver cómo personas con verdadera vocación prestan su servicio a la sociedad. Pude hablar con alguno de ellos. Me contaron que venían de León, y otras ciudades de toda España, y esperaban que el Gobierno enviase a más compañeros. Eran muy pocos y no alcanzaban a todo. Uno de los bomberos con los que hablé llevaba dos días seguidos vaciando el parking subterráneo con su camión.
¿Cree que se podría haber evitado?
Sin duda, sí. Tal vez no los daños materiales, pero sí las pérdidas humanas.
¿Cómo se podría haber evitado?
Si se hubiera avisado antes de que el agua llegara a los pueblos, y no después. La gente podría haber llegado a lugares seguros.
«Solo el pueblo salva al pueblo» es un lema que se escucha estos días. Como testigo de lo ocurrido, ¿qué mensaje manda a los afectados y a los que ayudan?
Quiero dar todo mi apoyo y mi más sentido pésame a las familias de las víctimas. Animo a todos mis vecinos a seguir adelante y a no mirar atrás; estamos todos juntos en esto. Con la solidaridad de las personas de los pueblos de los alrededores, sé que saldremos adelante. Además, quiero agradecer a todos los bomberos y autoridades que están allí dedicando cada minuto de su tiempo a prestar este servicio tan necesario y, también, a todas las personas no especializadas que van cada día a ayudar en lo que pueden, con sus propios medios. Un abrazo muy fuerte.